Sacred Spirit: cantos y danzas de los indios americanos

Sacred Spirit se presenta como música New Age y consiste en hacerte creer que un ejército de instrumentos europeos de cuerda, junto con una buena batería de sintetizadores y, en ocasiones, un viejo con afasia de Broca que se hace pasar por indio te conectan con la naturaleza, con tu interior espiritual y esa clase de chifladuras.


Obviamente, nada ahí es natural, ni indio americano, ni espiritual, ni arcoiris, ni cualquier cosa que se le parezca remotamente.


Vas por la calle, con los auriculares puestos, en un flagrante alarde de irresponsabilidad, incrementando como un idiota el riesgo de sufrir un accidente o de ser atropellado por ir ensimismado con la música a todo trapo en lugar de mirando por dónde vas, cuando ese servicio de streaming que no para de interrumpir la música para ponerte anuncios recordándote que si pagas no te pondrán anuncios, te mete un chute de endorfinas con un tema de, según pone la cajita de información, los antiguos indios nativos americanos.

De entrada te lo crees, claro. ¿Por qué iban a mentirte?

El tema te provoca una absolutamente falsa sensación de conexión con el cosmos, con el todo, con los espíritus ancestrales y muy muy muy sabios de los antiguos indios americanos que, de golpe y porrazo, resulta que son los putos amos de la universidad de la vida, aunque no tengas ni idea de lo que estás oyendo, porque el viejo (quien canta es inconfundiblemente un viejo) suena a alguien con una lesión cerebral grave y la música... bueno... tiene de antigua nativa india americana lo que una monja tiene de puta. Pero si Hollywood puede hacer un éxito de Sister Act, la industria discográfica puede hacer lo anteriormente expuesto con un viejo soltando palabras sin sentido acompañado de sintetizadores e instrumentos más europeos que la Santa Inquisición.

Porque por poca atención que prestes, en seguida te das cuenta de que lo que suena se aleja mucho del clásico "Heeea ea. Heeea ea. Heeea ea" sin más acompañamiento que pisotones en la arena. Ahí hay de todo, menos cantos ancestrales de indios nativos americanos.

Empieza con un ritmo chunn chucu tsikitsiki chunn chucu tsikitsiki típico de grupo artificial que lo único que tiene de musical es la teoría seguido, agárrate los bemoles, de un cello. Un cello, señoras. ¿Quién empieza un tema de ancianos nativos americanos hijos de la Pachamama con un cello? ¿Quién? Un Cello es un instrumento europeo, de cuerda, ideal para la melancolía, el drama, la desolación, como acompañamiento grave, pero ¿para contactar con la naturaleza salvaje de tíos con plumas en la cabeza que hablan con lobos a falta de nada mejor que hacer salvo, quizás, mirar las estrellas? ¡Venga hombre! ¡Un cello! ¿A quién se le ocurre?

Pero suena bonito, así que te dejas transportar por el cello anciano indio sacro americano pachamamanesco que Dios nos asista.

De todas formas, el viejo suena un poco como muy desamparado, ¿verdad? No solamente no puede articular bien palabra alguna sino que se nota que no se aguanta los pedos. ¿Qué credibilidad te va a transmitir ese señor? Te hace sentir más penita que gloriosa conexión con el cosmos. Así que en la segunda edición, el viejo ya suena como más bruscote, así terminando muchas frases con "CHOW", que suena como más viril que "Gñé" o "Hai", como impriméndole fuerza a lo que sea que esté diciendo. Eso ya impone más respeto. El cello, además, suena como una octava más arriba. Igual es una viola, yo que sé. Los violines siguen estando, eso sí; será para no despojar a los discos de su pureza india americana ancestral.

Que otra cosa te digo, que yo ya sé que tú ya lo sabes, pero yo te lo digo igual: los violines estos y los celos y todo ruido que suene ahí, y te incluyo al viejo, no son "de verdad", que lo sepas. Ahí no vibra una cuerda ni imaginándola. Te han metido sonidos de tarjeta cosidos con cubase y tira p'alante, a ver qué te pensabas. ¿O tú los has visto dando un concierto, un triste unplugged? Yo tampoco.

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